He tenido que reestablecer mi contraseña porque ni me acordaba, ya van cinco meses sin escribir y no será porque no ha habido cosas de las que hablar, todo lo contrario, mi vida ha cambiado pero a día de hoy me cuesta poner palabras a tanta, tantísima intensidad. Hace un mes me caducó el dominio para seguir manteniendo el blog y la verdad pensé en renovar o no porque hacia mucho desde la última publicación. Pero solo el hecho de pensar en el nombre con el que nació esta ventana al exterior me hizo dar marcha atrás. Ahora no Marta, pensé ¿Cómo vas a abandonar este sitio ahora? Mi Marieta y Tu. ¿Quién era TÚ? Ahora lo sé, nuestra pequeña Lieu y toda la gente que gracias a su espera me ha unido la vida, gente que conozco y gente que no, familias en espera a que se cumplan sus sueños, amigos que han conectado con nosotros a través de nuestros hijos. Tú, Tú y tú. Y por tanto tengo que seguir, tenemos que seguir, que este blog nació con la idea de compartir mi segundo embarazo del corazón y éste aun no ha acabado, es más, si cabe ahora mismo necesito grabar a fuego el nombre de mi blog. Tú, Tú, Tú, pequeña Lieu, te necesito tanto, te espero tanto, te quiero tanto… que ahora no me puedo ir, no es el momento de abandonar, es el momento de seguir. Y por eso estoy aquí. Por TÍ.
Han pasado cinco meses desde que nuestra vida es mucho más mágica, su cara llena cada rincón de la casa, su vida ha completado la nuestra, hay más sitio en casa, más alegría, más ilusión y de nuevo una larga espera por delante donde las horas a veces pasan muy despacio. También hay más lágrimas, más miedo y más ganas de que se acelere el tiempo y podamos abrazarla. Mira que la espera de mi primera hija me enseñó, pero cada hijo trae consigo una nueva oportunidad, en mi caso Lieu me ha enseñado a AMAR de una forma extraordinaria.
Llevamos ya muchos meses con su cara, me paso el día mirando el tiempo en Lang Son, cuando llueve pienso «que esté tapadita por favor» Cuando sale el sol pienso «que esté calentita por favor» Cuando me voy a dormir sé que ella estará soñando y cuando me despierto sé que ya habrá desayunado y estará a punto de tomarse un buen biberón. Y así nos pasamos los días, viviendo aquí y allá. Estirando el corazón hasta no sé dónde, rezando sin parar para que tenga brazos que la cojan, imaginándomela feliz en sus seis meses de vida. Mi segunda hija me está enseñando a amar tanto que aunque esté siendo muy difícil esperarla mantengo la alegría por su vida y respeto sus tiempos y los de su país, nuestra querida Tierra Vietnamita. Es como si su vida tuviera tanta fuerza y conexión con la mía que no me permite pensar lo angustiada que estoy sin ella ¿No os parece magia?
Nos pasamos la vida esperando, esperando a que suene el teléfono, esperando a que te digan que ya existe, que tiene un nombre, esperando a que otros hagan su trabajo (burocracia) y respetando que en esta historia no solo estamos ella y yo, hay muchas más vidas que conectan con la nuestra y nos ayudarán a algún día estar juntas. Ahora tengo su cara, sus ojos, sus mofletes colorados y espero de nuevo otra llamada que nos confirme que oficialmente es nuestra hija y que nos den fecha para encontrarnos. La vida en ESPERA, y yo que pensaba que era impaciente por naturaleza, que cuando marco un número y me dice la teleoperadora «por favor, espere» suelto un «ufff…» por mi boca. El otro día me preguntaba una amiga que sabe muy bien conjugar el verbo ESPERAR ¿Qué esperar cuando estamos esperando?
Ahora veo el recorrido de mi vida, el punto de inflexión en el que la vida me dio la oportunidad de crecer como persona y más tarde como madre, ese día en el que dejamos nuestra primera solicitud de adopción y al segundo nos miramos y dijimos: Y ahora… A esperar. Tengo esa imagen grabada en mi mente. No tenía ni idea de lo que significaba esa palabra, me quedaba tanto por descubrir. A veces me pregunto ¿Qué hubiera sido de mi sin esta espera, sin estas hijas? a veces me pongo a calcular y llevo muchos más años esperándolas que disfrutando de sus vidas y me pregunto ¿Por qué será eso? Qué gran oportunidad la mía y que tonta sería si no hiciera caso de este mensaje de la vida: aprender a esperar es aprender a vivir.
Y parece que aun me queda alguna enseñanza más por delante porque estamos en el momento más difícil de esta bonita complicada espera, el corazón ya no cabe dentro de mi, a veces me falta la respiración, estoy más desorganizada que nunca sueño con turrones en vietnam y todavía estamos a 27 Grados en Valencia. Confieso que estos dos meses tendré que pedir muchas veces perdón, necesitaré más abrazos de lo habitual, más cafés con mis amigas, más ratos solos, más ratos de oración, más concentración, y algo en lo que caigo después de un rato dándole al teclado, más Mi Marieta y Tú.
Marieta que no sabes cuánto me está enseñando a esperar, sin duda quiero ser como ella, tranquila, paciente y confiada.
Tú, que has cambiado mi vida para completarla, que me enseñas a AMAR con Mayúsculas, amar sin tiempos, sin sentidos, sin horarios, sin distancias.
Tú, que me amas tanto. Tanto. Tanto. que me entiendes siempre y me aguantas en mis peores momentos de dolor. Que eres mi esperanza y mi ánimo, Tú que confías en Turrones en Vietnam.
y Tú que has leído hasta aquí. Que has aparecido ahora o ya llevas tiempo acompañándome, que no te conozco y te siento. Que has llorado y reído conmigo, que tu vida y la mia han conectado en un instante que nace del amor más grande que jamás habrás probado. A tí, a vosotros querida familia EN ESPERA, sigamos hacia adelante, soñemos juntos, luchemos unidos, mantengámonos vivos…
MiMarietaytu… te echaba de menos,
dulces sueños…